La experiencia es un grado

Nuestra primera actuación en Casa Más Grande fue un mes de marzo, en una galaxia ahora muy muy lejana. Aquella mañana fue tremenda; prisas, carreras, cosas que se nos habían olvidado o que otros no habían hecho...trabajamos más que en toda nuestra vida escénica como grupo. Pero estábamos convencidos que era un sitio grande, lo mejor que habíamos tenido hasta aquel momento, y nos dejamos todo ahí, en un escenario sin telón, con luces que no lucían, sino que quemaban, con una acústica pésima...daba igual. Seguíamos hambrientos de aplausos, ebuyentes de ideas y de ilusión, picamos alto, tan alto como que veníamos de ensayar en un sitio espantoso y de actuar en pocos sitios, y algunos de ellos en muy malas condiciones.

Creíamos firmemente que aquel escenario de una sala de conciertos, que no estaba preparado para profesionales, y muchísimo menos para los imberbes jovenzuelos que eramos y que nos atrevíamos a tanto, daría cabida a todos nuestros sueños.

Contra viento y marea... ocurrió.

De aquella, molaba mucho, y sigue molando, comentar entre tus colegas 'Oye pues estoy en un grupillo de teatro, si no tienes nada que hacer el sábado por la noche, pásate y me ves', y molaba cuando preguntabas, ¿ha venido tal o cual persona? ¿Cuanto ha sido la recaudación? ¿Os ha gustado?

Ahora hay cosas que son distintas. Aunque la base no ha cambiado.

Seguimos comiendo encima del escenario, por aquello de ahuyentar la mala suerte, pero hacemos listas de atrezzo, vemos quien saca qué cosas. Nos hemos vuelto 75% veganos, pero seguimos acabando las comidas con chocolate y un café. Ahora todos nos maquillamos, y lo hacemos de buen grado, con musiquita en camerino, porque alguien tomo a bien hacer limpieza en el baño de su casa y donarnos una caja enorme de cosméticos que es la delicia de cualquier aficionada al maquillaje. Sigue habiendo revoltijos de ropa, '¡que o encuentro mis guantes!, '¿alguien ha visto la cazadora que saco en X numero?' Cosas que siempre aparecen, al final, o que se sustituyen improvisandolas en el último momento.

Se evoluciona, se crece. Se aprende.

Se aprende a escuchar al otro, a bajar la voz, a ser tolerante y disciplinado, a pensar en los demás antes de uno mismo cuando vas a salir a escena y tienes a tu público esperando. Un publico que sigue viniendo por cariño a tal o cual actor, pero que ahora ya se entera más gracias a las redes sociales, a las historias que subimos y a los vídeos que vamos construyendo, con mucho esfuerzo, y que cuentan nuestra historia.

Y aquel que viene nuevo, a vernos o acompañarnos, se sabe de memoria las normas, aprende enseguida que es lo que exigimos y lo que somos capaces de dar, como grupo y como individualidades.

Seis años después de nuestra primera actuación en Casa Mas Grande, seguimos sin telón, seguimos salvando gatitos... pero algo ha cambiado. Ahora ya no hay individualidades. Ahora importa el grupo. El grupo y su salud.